Hasta 2001 no sólo fui un acérrimo detractor de los ordenadores, sino también un opositor de la fotografía.

Hasta entonces, el principal objetivo de la fotografía me parecía, como lo demostraba mi entorno, atormentar a mis más o menos apreciados contemporáneos con numerosas pruebas fotónicas tiradas en la pared, con pruebas de en qué parte del mundo se ha estado y qué ha sucedido todo, pero no había lugar para ello en la foto respectiva porque sucedió poco antes o inmediatamente después. Diapositiva a diapositiva...

Las computadoras, por su parte, me hacían sentir la falta de su desarrollo no tan avanzado, las veía más como un estorbo que como una ayuda.

Eso cambió abruptamente la primera vez que encontré una Mac. Fue una revelación descubrir que también hay una interfaz de usuario de manejo intuitivo, a la que incluso los programas del competidor del mercado no querido tenían que estar subordinados de tal manera que de repente era mucho más fácil usarlos.

Pude seguir la recomendación de mostrar parte de mi trabajo en línea después de solo 2 semanas, gracias a una Gnubbel iMac de segunda generación.